Lógicas, ideas e ideologías

«Nada se parece más al pensamiento mítico que la ideología política» (Claude Lévi-Strauss)

Una ideología es entendida como un sistema de ideas, creencias y categorías filosófico-políticas en torno al ser humano y a las experiencias sociales. Fue acuñada como concepto por el filósofo francés Antoine-Louis Destutt de Tracy en 1795, concebida como la “ciencia general de las ideas”, divulgada por pensadores a partir de la fecha y expandida principalmente en el campo político.

La evolución dialéctica ha dotado de, al menos, dos grandes acepciones al término: la primera es la acepción epistemológica que evocan las teorías de Marx, por ejemplo, donde se presenta como un espejo de la realidad, efigie que es devuelta “patas para arriba”. Es decir, la ideología como una imagen que se presenta distorsionada de la realidad efectiva. La segunda acepción, brindada por las ciencias políticas, y sostenida por diversos personajes principalmente en el siglo XX, la presenta como un sistema de ideas, falaces o no, que puede dar identidad a un grupo político determinado y no necesita más que una apariencia para sostenerse. Esta acepción refiere la potencia cohesionadora de un sistema de ideas sobre un grupo social.

Es preciso mencionar la etimología de esta palabra-concepto que posee dos raíces griegas. La primera es idea, entendida como una manifestación, forma o apariencia; y la segunda es logos, que puede ser concebida como un estudio, tratado o palabra. A esto se añade el sufijo –ia que dota de acción o cualidad al término. Esto no escapa del campo del lenguaje, donde coexisten las dimensiones simbólica e imaginaria. La dimensión simbólica del lenguaje encuentra sus fundamentos en el significante; por otro lado, la dimensión imaginaria se relaciona con el significado y la significación. La ideología, desde su etimología, vendría a ubicarse en la mitad de estas dimensiones.

Las ideologías (en plural) toman la forma de un complejo sistema cultural que engloba aquellas formas, materiales o discursivas, que dotan de significados a la realidad efectiva y psíquica. De esta manera, se puede inferir que sus distintas concepciones han marcado el devenir de la humanidad y sus circunstancias históricas. Sin entrar en detenimiento en la pléyade de pensamientos, se puede tomar como eje de esta argumentación a uno de los movimientos ideológicos contemporáneos que ha entrado en esta escena: la ideología de género. Esta ideología, grosso modo, surge junto con los oleajes feministas desde finales de los años 40 y se afianza como movimiento político en la década de los 70, persiguiendo el ideal de la relación sexual.

En términos lógicos, una relación puede entenderse como la correspondencia biunívoca entre elementos de diferentes conjuntos, es decir, la existencia de un elemento de un conjunto tiene su par en otro conjunto. Un cada cual para “cada cual”, como lo menciona Lacan. El mito del andrógino de Aristófanes responde a esta lógica de la búsqueda incansable por ese otro que yerra por el mundo y que es capaz de completar. Esta idea de un todo completo puede leerse, quizás apresuradamente, desde la lógica clásica, ya que la aspiración de las ideologías es que la cosa marche. El paso de interés que ahora presento, es la alteridad que introduce la lógica significante, la cual indica que x es diferente de x (x ≠ x), pues un significante es pura diferencia. La relación en tanto biunívoca, parece situarse en esta idea etimológica de la ideología, aquello que encuentra su espacio, más bien, en lo imaginario, alejándose del campo significante y, por lo tanto, de la alteridad. De esta manera, las ideologías quedan a merced de un registro imaginario donde todo es posible.

Los estudios de género, así como otros, abordan la problemática de la sexualidad desde una perspectiva que propone dejar de lado la diferencia que marca la biología. Desde los primeros momentos de vida, estamos sometidos y atravesados por un real biológico que da cuenta de una primera diferencia evidente sostenida en la anatomía. ¿Qué supone anular esta diferencia? Los discursos que promulga la ideología de género, fomentan la idea del cuerpo andrógino al desechar todo aquello que responda a lo hétero, tal como autoras feministas influyentes de la tercera ola enuncian. Básicamente, la propuesta está enfocada en “liberar” el cuerpo al desatarlo de aquellas “ataduras” estéticas y sociales que los organizan y los diferencian.

Este modo de abordar el tema, y el efecto en los sujetos a causa de estos discursos, invita a cerrar la cuestión fundamental del encuentro de los sexos, pasando por alto el real de la imposibilidad de la relación sexual. Todos pueden ser lo que quieran, cuando quieran. Se refleja esto en los nuevos discursos queer que engloban a quienes no se atañen en lo masculino o lo femenino, sino que fluctúan entre estas posiciones. Un cuerpo andrógino puede ser masculino o femenino al mismo tiempo; o ninguno. ¿Dónde queda el lugar para el significante? El significante introduce una diferencia, y la diferencia implica una elección (a veces forzada) en la que se produce una pérdida inevitable. ¿Acaso se busca sortear esta pérdida? Gracias a esta pérdida fundante se produce el sujeto en tanto barrado, abocado al lenguaje, a la falta y al deseo. El efecto de esto es una posición sexuada.

Es importante hacer hincapié en el posicionamiento subjetivo al cual se alude al hablar de sexuación. Un posicionamiento que es efecto de un anudamiento del registro simbólico con los registros real e imaginario mediante la organización fálica. La sexuación no depende exclusivamente del real biológico que atraviesa a todos los sujetos, pues no está estrictamente sometida a la correspondencia con la anatomía. No es una relación con la anatomía. Como se mencionó, es la incidencia del significante la que finalmente organizará este posicionamiento. Eso es posible destacar. Sin embargo también es necesario identificar el lugar de este real biológico-anatómico a partir del cual se desprende ese primer reconocimiento de la diferencia sexual, tal como lo advertía Freud.

Para retomar la acepción política de las ideologías, estas pueden dar identidad a un grupo. Ejemplos de esto los encontramos cotidianamente en diferentes manifestaciones o protestas protagonizadas por diversos movimientos. La atención mediática en los últimos años se ha centrado en las manifestaciones de los grupos gender; es decir, aquellos afiliados e identificados con los nuevos discursos de género. Lo que está implícito en la noción de gender, es la posibilidad de una identidad sexual, cuyo saldo es más bien una no-identidad, a pesar de todos los esfuerzos de la ideología de género por uniformizarla. Esto, sin embargo no es exclusivo de la ideología de género. ¿Las ideologías pueden llegar a ocupar el lugar de Uno? Esto implicaría un detenimiento en el rasgo unario, causando la ilusión de identidad, pertenencia y encuentro.

El Uno, retomando los términos lógicos, es el que permite contar y dar el paso al 2, y necesita contarse a sí mismo para alcanzar este cometido. El 2 aparece como la otredad en la dualidad 0-Uno, permitiendo la introducción de una Ley. La otredad se produce en la diferencia y en el paso del Uno al 2, ya que en el Uno unificado no hay conteo. Matemáticamente, 1 puede ser elevado al mayor exponente imaginable y así seguirá siendo 1. Es posible recordar que desde etapas tempranas en las que se produce la construcción del Yo, es necesaria la intervención de una otredad que afirme esa identidad en tanto especular, unificando el cuerpo y haciendo función para sostener este Yo como estructura imaginaria. Si las ideologías ocupan ese lugar de Uno, se estancarían en juego con el 0, obturando el paso a un discurso que permita contar y pasar a un elemento tercero que viene a ser el 2. Como efecto, no habría el paso a lo contable, a esa otredad que permita salir de lo especular e introducir la dimensión de lo simbólico.

La importancia de la diferencia, de la salida de la mismidad, es notable. Anular las diferencias fundamentales que se presentan, por ejemplo, en la biología y en la anatomía, trae consecuencias que exigen una mirada clínica al respecto, ya que en tanto fenómeno tiene sus efectos y sus consecuencias. La propuesta que hoy puedo presentar surge de un cuestionamiento a las ideologías y sus diferentes devenires en la sociedad. Con respecto a las actuales ideologías que han sido mencionadas, estas pueden llegar a dispersar la posición sexual. Asumir una postura respecto a la sexuación, independientemente de la genitalidad, es un acto de responsabilidad. La clínica psicoanalítica busca la restitución de la responsabilidad del sujeto, responsabilidad que muchas veces es difícil asumir. Por esto, es importante mantener una mirada crítica con respecto a aquello que configura los diferentes momentos de la historia y los momentos particulares de cada ser hablante.

Texto presentado en la jornada de trabajo interna de la escuela a..b..c dario Freud ↔ Lacan, el 8 de julio del 2017.

Andres Yepez

andresyepez@imagopsicologia.com