Sigmund Freud, amante de los perros
“Soñando, no nos sorprendemos en lo más mínimo cuando un perro recita una línea de un poema”
Sigmund Freud
Los perros de Sigmund Freud son hoy el recuerdo de una parte fundamental de la vida del padre del psicoanálisis. Freud no creció con una mascota, pocos niños en aquella época tenían ese privilegio, pero hacia el final de su vida se había convertido en un amante de los perros, incluso incursionando en investigaciones sobre el efecto de su presencia en sesiones de terapia. Freud se interesó particularmente en los chows, una raza antigua y muy especial, no solo por sus características físicas sino por su comportamiento y el simbolismo adquirido a través de miles de años de acompañar a los humanos. Anna Freud, su hija, crio un pastor alemán llamado Wolf.
Freud crio y a muchos perros chows, pero de acuerdo a sus apuntes y al testimonio de sus familiares, Jofi fue su favorita. Jofi acompaño silenciosamente a Freud durante gran parte de su vida, generando en él un sentido de seguridad que consideró digno de ser analizado y estudiado. Freud le dio tanto valor al efecto tranquilizador de los chows que incluso permitió a Jofi ser parte de las consultas con sus pacientes.
Varios pacientes de Freud recuerdan con cariño al chow quien se sentaba plácidamente en el consultorio mientras ellos se recostaban sobre el diván y expresaban sus más íntimos sentimientos y deseos. Al igual que el librero, al igual que el diván y que las piezas arquelogicas que estaban siempre presentes en la consulta del psicoanalista, Jofi se convirtió en un elemento terapéutico, un elemento de disparidad subjetiva y de contención. Una carta de Freud revela que además de este efecto teraputico, Jofi había desarrollado un preciso sentido del tiempo, bostezando al tiempo en que terminaba la sesión, sin retraso.
Freud en el hogar
La relación de los Freud con sus mascotas era excepcional, pues el interés y el análisis que tanto Sigmund como Anna realizaban tuvieron como consecuencia un efecto antropomorfo en los animales. Cada año en el cumpleaños de Sigmund Freud, por ejemplo, los perros le escribirían un poema a su amo. Martin o Anna escribían los poemas desde la perspectiva de los perros, colocándoselos en el cuello y firmando con el nombre de la mascota. En su cumpleaños número 71, Freud recibió este poema:
En un día de Wolf o de perro – todas las horas, se podrían decir, –
son iguales a su visión. – Para seguir un rastro, – o para
sacudir la cola – cualquier momento es apropiado.
Pero para quien sea demasiado extenso – entre el error humano- los hábitos tienen
su habitación, – se esforzará con todo su corazón – para imitar su
arte – de la felicitación.
Así que el coronado para tu festín – es una bestia
que carga una cola.
Wolf, Jofi y Tattoun’s para Freud, 6 May 1931 (traducción aproximada del alemán)
El antes y después de la Guerra
Al estallar la segunda guerra mundial, Freud se encariño con una chow llamada Lun. La familia Freud tuvo que huir hacia Londres en 1938, dejando atrás su hogar en Viena. Freud insistió durante mucho tiempo en que moriría en aquella casa, negándose a salir de ella a pesar de la amenaza Nazi. En parte, su negativa se debía a su dolor por tener a abandonar a Lun. Finalmente, Freud tuvo que escapar hacia Paris y luego hacia Londres, sin embargo, sus hijos se encargaron de sacar también a Lun de Austria y llevarla a Inglaterra.
Esto no fue sencillo, y supuso un viaje largo y una cuarentena obligatoria de seis meses para el chow. El 2 de diciembre de 1938 Lun finalmente se reencontró con Freud en un evento reportado por las noticias locales en el periódico Daily Mail con el titular: “El perro de Freud es liberado de -Prisión-“. La noticia del reencuentro de Freud con su amado chow se esparció por Europa, siendo reportada en diarios como el Evening Standard, el Daily Herald and el Star en el Reino Unido, así como por varios periódicos en Bruselas y Paris.
Vínculo con sus animales
Los perros de Freud fueron más que mascotas. Él nunca escribió sobre la vida psíquica de sus chows, pero es inevitable arriesgarse a decir que pensó mucho en eso. Según Anna, lo que más amó de sus mascotas, fue su falta de ambivalencia, así como su devoción y su fidelidad. A Freud le apasionó la idea de que los chows solo le podían ser fieles a un único amo durante toda su vida, pues no son perros de manada, sino animales solitarios y sensibles y tranquilizadoramente sencillos: “a diferencia de las personas, quienes son incapaces de amor puro y siempre tienen que mezclar el amor y el odio en sus relaciones objetales, ellos únicamente muerden a sus enemigos y aman a sus amigos” afirmó Freud.
Quizá se deba a que la relación con sus perros no estaba atravesada por el lenguaje, y por ende por el psicoanálisis, pero en sus momentos más difíciles, Freud recurrió a la compañía de sus chows. Quizá Freud sabía demasiado sobre la naturaleza humana, más de lo que alguien podría soportar. Es posible que haya encontrado alivio en una especia que no comete atrocidades, que no comente genocidios, quien es directo y honesto en sus pasiones y urgencias, pero que en su simplicidad logra mentalizar y ser empático con el humano en sufrimiento.
Freud sufrió mucho los meses antes de su muerte, los cuales vivió junto a Lun, observándola para aliviar el intenso dolor del cáncer. Amó a Lun hasta el día de su muerte.
Fabrizio Ramirez, MSc
fabriramir@gmail.com